Espigares: «Detrás de cada migrante hay una historia y un nombre»
Abandonar nuestro país a causa de la guerra, la persecución política, la violencia, la pobreza o los desastres naturales representa una migración forzada. No es un capricho, sino una huida de la muerte. «Es como el que huye de su casa cuando hay un incendio, aseguró la responsable de la Comunidad de Sant’Egidio en Madrid, Tíscar Espigares durante el encuentro con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, que se celebra este Domingo 24 de septiembre bajo el lema «Libres de elegir si migrar o quedarse».
En esa migración forzada, que empuja a emprender peligrosos viajes en busca de futuro, cada vez más personas encuentran la muerte: desde 2014 a la fecha ya se contabilizan 58.830 personas fallecidas en viajes migratorios, de los cuales 45.000 han muerto o desaparecido intentando llegar a Europa, el 80% en travesías marítimas recuerda Espigares, con cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Ante la realidad de que el número de migrantes que fallecen tratando de llegar a Europa sigue creciendo (ya van 4.427 muertes en lo que va de 2023), Espigares recuerda que «detrás de cada número hay una historia, una vida» que no puede caer en el olvido. Por eso, con la visión de llamar a un compromiso más decidido por la acogida y la integración de los migrantes, la Comunidad de Sant’Egidio celebra este Domingo 24 de septiembre, la Eucaristía Morir de Esperanza, presidida por el Arzobispo de Madrid, José Cobo, coincidiendo con la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, recordó.
Detrás de cada cifra hay una historia, un padre y una madre, hijos, un esposo o esposa, vidas y sueños rotos. Pero sobre todo, detrás de cada número hay un nombre que no debemos olvidar»
La responsable de Sant’Egidio recordó que a día de hoy no existe un proyecto europeo de rescate en el mar, ya que Europa enfoca las migraciones como una cuestión de seguridad y no como una cuestión humanitaria o una oportunidad de desarrollo». «La guerra, la pobreza, las catástrofes naturales son situaciones que impiden que haya futuro en muchos países, pero precisamente esa esperanza de futuro de los migrantes y refugiados puede ser también un poderoso motor de prosperidad para los países de destino, siempre que vaya acompañada de acogida e integración.
En este sentido, la iniciativa de los Corredores Humanitarios que impulsa la Comunidad de Sant’Egidio— y que aún no ha podido implantarse en España– ha traído de forma legal y segura a Europa a 6.288 personas desde febrero de 2016, reveló Espigares.
En el encuentro, organizado por la Mesa de la Hospitalidad de la Archidiócesis de Madrid y moderado por el director de El Espejo de Madrid Cope, Mario Alcudia, el profesor de la Universidad Pontificia de Comillas, José Manuel Aparicio, insistió en la importancia de tipificar el derecho a no tener que migrar, para que la migración sea «una opción y no un último recurso».
Asimismo, la abogada de la ONG Pueblos Unidos, Ana Bosch subrayó la importancia de defender y respetar los derechos humanos de las personas migrantes, algo que no se está cumpliendo plenamente en los Centros de Internamiento de Migrantes (CIE), denunció. «Si no se reconocen los derechos de las personas migrantes, no podemos exigirles responsabilidades». Las comunidades de destino deben ser también comunidades de acogida,» argumentó.
Y precisamente la Iglesia de Madrid trabaja por hacer realidad esa acogida, hospitalidad e inclusión en la capital española. Más de 1.000 personas han sido acogidas y acompañadas por los proyectos para migrantes y refugiados de la Mesa por la Hospitalidad de la Archidiócesis de Madrid, explicó por su parte, Rufino García, delegado para la Pastoral de Movilidad Humana del arzobispado madrileño.
La argentina Laura Facal, quien llegó a Madrid hace 4 años con su esposo Rodrigo y sus hijas Charo y Elena, puso voz y rostro a esta acogida.
«Encontramos aquí una familia». No lo hubiera soportado si no hubiera estado la Iglesia,
Facal subrayó que la acogida también significa «prestarse de manera personal» para ofrecer una palabra amable, un café o acompañar a las personas cuando la vida les golpea.
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