«Acoger e Integrar: la Visión de Francisco» (Artículo de Andrea Riccardi)

Acoger e integrar: la visión de Francisco

 de Andrea Riccardi

(Corriere della Sera, 21/9/2015)

La cuestión de los refugiados sacude Europa. Y también a los católicos, que durante los años pasados han hablado mucho del continente, pero que hoy tienen ideas menos claras: no están de acuerdo sobre la cuestión de los refugiados. Sin embargo, Francisco ha superado la incertidumbre y las mediaciones con un “llamamiento al pueblo” en el Ángelus del 6 de septiembre: “Que cada parroquia, que cada comunidad religiosa, que cada monasterio, que cada santuario de Europa acoja a una familia”. No ha usado la mediación de las conferencias episcopales u otra para invitar a la acogida. Ha expresado su visión sobre las puertas cerradas: “la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada, la patria cerrada; esto no es Dios, es nuestro pecado”. No es una exhortación sino una firme convicción: no hay futuro para Europa encerrándose. En efecto, la invitación del Papa no se dirige a una caridad ocasional vinculada a la emergencia.

Bergoglio, hijo de emigrantes, viene de Argentina, cuya identidad se ha creado integrando diversas migraciones. Sabe bien que acoger flujos de gente del sur que se vuelven permanentes significa construir una sociedad capaz de realizar una síntesis étnica. Por esto ha hablado a las comunidades, pidiendo a cada una que acoja a los refugiados: no integran las estructuras sino las comunidades. La idea de Europa del Papa es un continente de sociedades abiertas. Le consuelan las energías de solidaridad emergidas por el impacto con los refugiados. En Occidente no faltan resistencias. Alemania, con la canciller Merkel (apoyada por católicos y evangélicos), ha mandado una fuerte señal. Austria (sobre cuya secularización se ha hablado tanto) ha mostrado un gran empuje en la acogida.

El problema viene del Este de Europa. Aquí el discurso del Papa no se ha acogido demasiado. Si no hubiera sido tan claro, las resistencias católicas habrían sido muchas. En Hungría la Iglesia se ha encontrado frente a la política del muro de Orban y con muchos refugiados. Embarazo y prudencia caracterizan generalmente al mundo eclesiástico. No faltan las críticas a Francisco, como las del obispo de Szeged quien, en el Washington Post (después negado por él), ha dicho que el Papa no comprende a Hungría y que los refugiados son inmigrantes económicos. En realidad la Iglesia húngara es más bien tímida con la línea dura del gobierno. Muchas veces se exalta Hungría, baluarte europeo en relación a los musulmanes, como en los tiempos de los otomanos.

El mundo del Este tiene una idea de nación marcada por el carácter étnico. La religión cimenta la identidad nacional a la luz del antiguo binomio de religión y nación, como ha recordado Roberto Morozzo. En Polonia o Lituania, la Iglesia ha desempeñado la función de “madre” de la nación, en otros lados de referencia tradicional. En Polonia, el episcopado ha invitado a abrirse a los refugiados, pero emergen cautelas. El obispo Kupny, a la cabeza de los asuntos sociales, está de acuerdo con la invitación, pero observa que los refugiados cristianos estarían mejor que los musulmanes en el país. El 56% de los polacos interrogados prefiere inmigrantes ucranianos, armenios o bielorrusos. Los países de Europa oriental tienen miedo de la islamización, recordando la historia antigua, temiendo un cambio de la prevalencia demográfica cristiana. Con este riesgo está de acuerdo también una parte de los obispos de Oriente Medio, recordando que la mayoría de los refugiados sirios es musulmana. Pero recientemente, Marco Tarquinio ha discutido muy lúcidamente en el Avvenire la tesis de quien hace distinciones de religión o etnia entre los refugiados. Esta parece la visión del Papa.

Con el llamamiento al pueblo, Francisco ha forzado las incertidumbres y las mediaciones episcopales. Por lo demás, también en Occidente la recepción de la invitación papal (en favor de los refugiados) ha hecho emerger a veces algunas cautelas para evitar acogidas demasiado espontáneas, a la vez que se ha intentado centralizar el proceso a través de la enmarcación en las instituciones. Francisco, que también tiene el sentido de la institución, apunta sobre todo a una movilización de pueblo y a un cambio de mentalidad, no sólo a una implicación institucional. Quiere que su Iglesia represente en Europa un cristianismo que no tiene miedo ni se cierra, es más, que sea un actor de apertura e integración. Así, no sólo cree responder a la necesidad de los refugiados, sino que también ayuda a construir una Europa diferente, abierta al futuro.

 

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