Alimentos, amistad y acogida para familias que luchan por un nuevo comienzo
Después de cuatro años de incertidumbre, Marcela, Víctor y sus cuatro hijos por fin han alcanzado un poco de estabilidad, tras regularizar su situación en España. El camino de esta familia peruana ha estado lleno de sobresaltos y obstáculos, lo que hace que recuerden con especial gratitud el día que conocieron a la Comunidad de Sant’Egidio, gracias a una amiga.
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«Comenzábamos de cero, estábamos muy mal, sin trabajo, sin dinero y aquí nos recibieron con amabilidad y cariño. Fue como un respiro entre tantas puertas cerradas«, relata Marcela, mientras bebe un vaso de leche caliente en la Casa Fratelli Tutti, donde todas las semanas acude para recibir una cesta de alimentos, que incluye además de productos no perecederos, verdura, carne y productos frescos.
La ayuda de alimentos ha sido vital para nosotros, pero lo que más nos ha marcado es el trato cariñoso, la acogida y la amistad que hemos construido en estos años».
Para muchas familias como la de Marcela y Víctor, el Servicio de Apoyo a Familias de la Comunidad de Sant’Egidio es un lugar de esperanza en un mar de dificultades. Semanalmente, cerca de 100 familias de diversas nacionalidades –peruanas, venezolanas, colombianas, marroquíes y españolas, además de refugiados de Sudán, Afganistán y Egipto– encuentran aquí apoyo concreto para salir adelante
Muchas de estas familias están lideradas por madres solas, que enfrentan o han enfrentado en el pasado situaciones de violencia, discriminación o xenofobia, para la que muchas veces confiesan que «no ven la salida».
La sala de espera del servicio del Servicio de Atención a Familias de la Comunidad de Sant’Egidio es también el lugar donde muchas de estas mujeres se deciden a hablar sobre lo que están viviendo. Allí se escuchan historias desgarradoras como la de Belinda, una madre boliviana con dificultades para caminar a causa de una discapacidad física, que debe sacar adelante sola a su hijo Andrés de 9 años que también tiene discapacidad intelectual. Sin contar con ningún tipo de apoyo del padre, Belinda encontró en Sant’Egidio una comunidad que le acompaña con alimentos, orientación y cercanía en su lucha diaria por ofrecer a su hijo una vida digna.
Aquí también encontramos a Edamma, una mujer nigeriana que trabaja «de lo que salga», para sacar adelante a sus mellizos de dos años y a su hijo de cinco, o Carmen, una madre venezolana que escapó de la crisis de su país y en su camino por otros países latinoamericanos encontró violencia y xenofobia, aunque según dice «en Madrid hay mucha gente buena».
Si algo tienen en común todas estas familias es su deseo de empezar una nueva vida, encontrar trabajo y lograr estabilidad en sus vidas. Sin embargo, uno de los mayores obstáculos es el acceso a una vivienda digna, especialmente para aquellas con hijos pequeños.
“Queremos integrarnos, aportar, pero sin contar una vivienda estable es muy difícil”.
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La Comunidad de Sant’Egidio, además de brindar apoyo alimentario, acompaña a estas familias, en su mayoría migrantes, en su proceso de integración y escucha sus necesidades con cercanía y compromiso, a través de espacios como la Escuela de la Paz, donde Gael de 12 años, hijo de Marcela y Víctor, ha encontrado un lugar donde puede compartir con otros niños de distintas nacionalidades y aprender el gran valor de la paz. “Está feliz porque ha hecho nuevos amigos”, dice su madre.
El Servicio de Apoyo a Familias de Sant’Egidio no es solo un lugar donde se distribuyen alimentos, sino un espacio de acogida y esperanza, donde las historias de lucha encuentran un punto de apoyo para comenzar de nuevo. Porque “la solidaridad no es solo asistencia, sino amistad, escucha y compromiso con quienes buscan un futuro mejor”, tal y como explica la responsable del servicio Eva Martínez en esta entrevista.
El Programa de Atención a mujeres embarazadas y madres sin recursos se realiza con el apoyo de:
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