Billy Moore, ex-condenado a muerte en EEUU, estará en Madrid el 25 y 26 de noviembre de 2012
Billy Moore, ex-condenado a muerte en EEUU, pronunciará diversas conferencias en España en el marco de la Campaña de la Comunidad de Sant’Egidio contra la Pena de Muerte y de la Jornada Ciudades por la Vida, Ciudades contra la Pena de Muerte. Billy estará en Madrid los días 25 y 26 de noviembre.
BILLY MOORE
ex condenado a muerte, GEORGIA- EE. UU.
Biografía
Billy Moore, de 59 años, pasó 17 años en el corredor de la muerte de Georgia, acusado de haber matado a Fred Stapleton el 4 de abril de 1974. Tenía 22 años en el momento del delito. Era técnico del ejército permanente de Fort Gordon, Georgia. Hacía poco tiempo que había sido echado de casa por la mujer, quien sin embargo cobraba su pensión de manutención. A él se le había confiado el cuidado del hijo de 4 años.
En una situación tan difícil, incluso desde el punto de vista económico, Billy recibió un día la visita de un amigo que le contó que el anciano Stapleton guardaba en su tienda unos 30.000 dólares. De este modo, y tras pedir prestada una pistola, Billy y su amigo fueron a casa de Stapleton para atracarle, pero tuvieron que desistir porque no lograron abrir la puerta. No obstante, luego Moore decidió volver a intentarlo solo y consiguió entrar.
Estaba oscuro y en determinado momento Billy oyó una puerta que se abría y luego sintió que una pistola le apuntaba sobre su pierna. Dispararon un tiro, pero logró esquivarlo. Luego cogió su pistola y abrió fuego a su vez. Stapleton resultó muerto a consecuencia del disparo. Billy no quería matarle, sólo quería llevar a cabo un atraco. No había premeditación.
Tras una audiencia de 3 horas, Billy Moore, reo confeso, fue condenado a morir en la silla eléctrica por un único juez, sin jurado, y fue recluido en el corredor de la muerte. También se señaló una fecha para la ejecución. Le asignaron un abogado de oficio. La brevedad del proceso en el que se decidió que Billy debía morir, demostró la absoluta incompetencia de su abogado.
La primera vez que se señaló una fecha nadie informó a Billy de que la ejecución se aplazaría. Esperó su destino durante varios días. Tras una semana, hoy lo puede contar, le llegó una carta del defensor que le explicaba que su ejecución, como todas las demás en EE. UU., había sido suspendida por el Tribunal Supremo, que estaba intervenida al establecerse una moratoria (que duraría hasta el año 1976). Fue entonces cuando Moore decidió recusar a su abogado y defenderse él solo. Y de este modo se quedó con todas las cartas procesales.
Por primera vez descubrió los nombres y las direcciones de los familiares de la víctima y pensó que debería escribirles y pedirles perdón. Se quedó bastante sorprendido cuando recibió una respuesta inmediata. Eran cristianos y le dijeron enseguida que le perdonarían y le seguirían escribiendo. Invitaron a Billy a orientar su vida hacia el bien y a utilizarla para ayudar a los demás y él decidió escucharles.
En el corredor de la muerte y en las distintas cárceles de Georgia donde fue encarcelado, Billy estudió leyes y teología. Creó un grupo de estudio sobre la biblia y él mismo se convirtió en una ayuda para todos sus compañeros encarcelados.
Billy recuerda: “Todo lo de allí dentro recuerda a la muerte: en la ropa está grabado corredor de la muerte, los guardias no llaman por el nombre, sino que emplean la expresión death row inmate (preso del corredor de la muerte). Sólo se puede intentar sobrevivir. Gracias a Dios que durante mi detención en la cárcel normal alguien me había hablado de Jesús y esto cambió por completo la perspectiva de mi vida”. Durante el tiempo que pasó allí nada menos que 14 compañeros suyos fueron ejecutados por el Estado. Una vez también él llegó a estar a tan sólo siete horas de la silla eléctrica.
Aquella vez pensó que el final realmente había llegado. Vino a verle la hermana y estuvo con ella mucho tiempo. Cuenta que “El 21 de mayo de 1984 fue llevado a la oficina del capitán y le entregaron la orden de ejecución con la fecha del 24 de mayo, a media noche. El capitán me invitó a leer el documento, me preguntó si lo había entendido y me dijo que firmara. Posteriormente añadió: ¿Qué quieres que hagamos con tu cuerpo? Se lo podemos entregar a tu familia o bien te podemos enterrar en el cementerio de la cárcel”.
El rígido protocolo preveía que una vez notificada la orden, el condenado debía ser trasladado a la celda contigua a la sala de la ejecución, durante sus últimas 72 horas y debía ser estrechamente vigilado por dos guardias para evitar el suicidio. “Fui conducido a la celda, recuerda aún Billy. A tres días de la ejecución los guardias me quisieron mostrar la silla eléctrica, porque quizá aquel día no tendría el tiempo de verla bien, me dijeron…”. Luego allí le leyeron cosas terribles: las frases y los comportamientos de los condenados a muerte que le habían precedido. Era una tortura más.
Las horas sucesivas, pasadas esperando la ejecución prevista, fueron horripilantes. Los pasos de los guardias en el silencio de aquel lugar parecían predecir el final.
Billy estaba a la espera de que se lo llevaran, pero lo extraño era que aquel día, sólo aquel día, algunos guardias parecían casi amables con él y el protocolo preveía que el condenado fuera complacido una sola vez: comida buena y abundante de su elección.
Es la paradoja del final. Precisamente en las últimas horas de la vida, el Estado está dispuesto a dar lo que se quiere. Sin embargo, contrariamente a todas las previsiones más optimistas, la ejecución se suspendió a siete horas de la hora prevista. Billy volvió a tener esperanza.
En esta batalla humana antes aun que legal, Moore, además del apoyo de la familia de la víctima (sin el cual muy probablemente no se habría salvado y mucho menos habría quedado en libertad en 1991) tuvo el apoyo de muchos personajes con autoridad que se habían apasionado por su caso, como el reverendo Jesse Jackson.
También la Madre Teresa de Calcuta intervino personalmente para salvar la vida de Billy con una llamada telefónica al presidente del Georgia Board of Pardon and Paroles.
Un sacerdote amigo de Billy, el Padre jesuita estadounidense John Dear, fue quien pidió a Madre Teresa que interviniera directamente, además de con la oración, como ya había sucedido otras veces antes de este caso.
Efectivamente, algunos años antes la Madre Teresa había estado en el corredor de la muerte de San Quintín en California y había visitado a algunos condenados a muerte.
Durante la visita se había parado varias veces a hablar con los guardias. A uno de ellos se había dirigido diciéndole: “Lo que le vais a hacer a este hombre se lo haréis a Dios”.
En 2005 Billy Moore publicó su autobiografía titulada “I Shall Not Die: Seventy-two Hours on Death Watch” (AuthorHouse 2005). Su historia también se describe en la película “Execution” de Steven Scaffidi.
El caso de Billy Moore hace reflexionar y dudar incluso a los defensores más convencidos de la pena capital y abre una perspectiva diferente: incluso quien es culpable, como reo confeso al igual que él, puede salir del corredor de la muerte tras un itinerario adecuado de rehabilitación. Billy, cuando salió del corredor de la muerte, ya no era el hombre desesperado de 22 años de antes, sino que era otra persona, un apreciado predicador de la Iglesia Pentecostal que desempeñaba su apostolado entre los presos y los condenados a muerte.
Hoy Billy Moore recorre el mundo hablando de paz y tratando de convencer a los líderes políticos para que inviertan más en las zonas urbanas deprimidas, donde el crimen seduce principalmente a los jóvenes, como era él. Rehizo su vida, se volvió a casar, tiene tres hijas y mucha esperanza en el futuro para continuar su trabajo, ayudar a los demás y salvar a los jóvenes de una vida violenta.
Hoy sigue viviendo con un sentido de culpa: “No olvido nunca lo que he hecho, dice, lo llevo siempre conmigo, pero precisamente por esto lucho contra la pena de muerte y muestro a los jóvenes la importancia de tomar decisiones justas. Tengo el deber de devolver lo que he tenido y lo hago ayudádoles a ser mejores”.
Con la colaboración de