«Llenad el mundo de bien y haréis posible lo imposible»: Mario Flores, tras 20 años condenado a muerte

En una celda diminuta en la que pasaba 23 horas diarias esperando su ejecución, Mario Flores Urban encontró una libertad que no había disfrutado ni siquiera cuando era una promesa de los clavados, ni cuando se lo rifaban las mejores universidades de Estados Unidos.

Pasó sus mejores años en una prisión de máxima seguridad por un asesinato que no cometió, pero fue precisamente en ese lugar de dolor donde Mario hizo el viaje más importante de su vida: el camino hacia su interior. Gracias a ese viaje donde la Biblia fue su brújula, Mario se transformó en lo que es hoy: un abogado que pudo demostrar la inocencia de 13 compañeros del Corredor de la Muerte, un pintor de 43 óleos y un conferenciante internacional que defiende fervientemente los derechos humanos y lucha por la abolición de la pena capital.

Su testimonio estremeció a jóvenes y adultos en dos conferencias durante su visita a Madrid con motivo de la 21º Jornada Ciudades por la Vida contra la pena de muerte que organiza cada año la Comunidad de Sant’Egidio y el movimiento Jóvenes por la Paz, como parte de una gran movilización internacional de la sociedad civil por un mundo libre de pena de muerte y en favor de una forma más civilizada de justicia.

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«En menos de media hora, un jurado determinó que mi vida no valía nada y me mandan a una prisión de máxima seguridad siendo inocente. Te dan una Biblia y te dicen que entregues tu alma, porque de aquí no hay salida».

Leyendo la Biblia se sintió profundamente conmovido por la historia de José el soñador, que como él, fue falsamente acusado, y que estando en prisión aprendió a interpretar sueños. También le inspiraron las vidas de Moisés y Juan El Bautista que se «purificaron» con la sed y la escasez del desierto.

«Esa prisión y esa condena injusta fueron mi desierto. Muchas veces la soledad y la escasez nos ayudan a enfocarnos en la vida».

Antes de entrar en prisión, Mario era joven de 18 años con un futuro prometedor, un clavadista profesional que se proyectaba incluso para las Olimpiadas con ofrecimientos de estudios de prestigiosas universidades en Estados Unidos por su trayectoria deportiva. Todo ese futuro de éxito se ve truncado por la declaración de unos amigos de la infancia que le acusan de matar a un pandillero en una guerra entre bandas rivales. «La única evidencia para condenarme eran las declaraciones de mis antiguos amigos que lo que buscaban en realidad era salvarse ellos», recuerda.

En la antesala de la muerte, Mario descubre que un buen número de sus compañeros eran migrantes latinos o afroamericanos, que gran cantidad de sentencias estaban basadas en un sistema lleno de fallos, falta de pruebas o evidencias circunstanciales y que los más pobres o pertenecientes a minorías tienen mucho más difícil defenderse. «No es casualidad que de mil homicidios cometidos en el Estado de Illinois, solo una persona fue condenada a muerte y era un afroamericano», explica.

Mario reconoce que antes de entrar a prisión era un «joven travieso» y muy enfocado en su éxito personal. «Ni se me pasaban por la cabeza temas como la pena de muerte, la justicia ni el propósito de mi vida». Esas dos décadas en la cárcel le abrieron los ojos respecto a la injusticia de la pena de muerte, porque según afirma «atenta contra el primer derecho de toda persona que es la vida».

«Cuando se ejecuta a una persona, también se mata toda posibilidad de que pueda demostrar su inocencia».

Poco antes de culminar su testimonio Mario confesó que le gusta compartir y revivir su historia, porque es «una victoria contra una muerte que parecía inevitable» y puede servir para todo aquél que sienta desesperación y sufrimiento. «No se den por vencidos, el final no está escrito».

Tanto en los mejores como en los peores momentos nos dice:

«Llenen el mundo de bien, saquen su mejor versión y ayuden a los demás a que también den lo mejor. Y así ustedes también podrán hacer posible lo que parece imposible.»

Sobre la Jornada Ciudades por la Vida

  • Este año 2024 más de 2.300 ciudades en todo el mundo se han sumado a la 21º Jornada Ciudades por la Vida contra la Pena de Muerte, entre las que destacan Roma (con la iluminación del Coliseo) Buenos Aires, París, Bukavu en República Democrática del Congo, así como 30 ciudades españolas.
  • Se trata de una iniciativa internacional impulsada por la Comunidad de Sant’ Egidio, con el apoyo de la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte, de la cual Sant’Egidio y Amnistía Internacional son miembros fundadores. Esta coalición agrupa a más de 60 organizaciones, colegios de abogados, sindicatos y autoridades locales y regionales de la sociedad civil de todo el mundo.
  • Convocada desde el año 2002, la Jornada de las «Ciudades por la Vida», es la mayor movilización contemporánea en el mundo para luchar por una forma más elevada y civilizada de justicia, capaz de renunciar definitivamente a la pena capital. 

Sobre la pena de muerte en el mundo:

  • A pesar que desde 1999 hasta hoy 50 países han eliminado la pena de muerte de sus sistemas jurídicos, se ha registrado un trágico repunte de las ejecuciones en 2023, con más de 1.153 personas ejecutadas, lo que supone un 31% más respecto al año anterior.
  • Irán encabeza la lista de países con más ejecuciones con más de 853 personas ejecutadas, principalmente por delitos relacionados con drogas.
  • El número de condenas a muerte impuestas en todo el mundo en 2023 aumentó un 20%, elevando el total a 2.428.
  • El 18 de noviembre de 2024, la Tercera Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución sobre la moratoria de la pena de muerte con 131 votos a favor, 36 en contra, 21 abstenciones y 5 ausentes. Se trata de un resultado histórico, con cinco votos a favor más que en 2022.

La Jornada Ciudades por la Vida ha sido posible con el apoyo de:

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