“¿Por qué no estás en IFEMA?”: Testimonios de personas sin hogar en medio de la pandemia COVID
“No somos contagiosos, solo tratamos de sobrevivir”, comenta un joven que malvive en los soportales de la Plaza Mayor de Madrid, donde se concentran unas 70 personas que duermen sobre cartones, acomodando sus escasas pertenencias para pasar como pueden la epidemia del coronavirus.
Otro hombre extranjero que duerme debajo de un puente en la Plaza de España se lamenta de no saber nada de su familia en su país, mientras aplaude a un grupo de voluntarios del servicio Amigos de la Calle, de la Comunidad de Sant’Egidio que les lleva la cena y conversa un rato con ellos desde la “distancia de seguridad”.
En estas noches en que la primavera muestra su cara más fría, quienes tienen perros pueden sentirse afortunados, porque reciben un poco de calor y compañía. La trillada frase de “el perro es el mejor amigo del hombre”, cobra un nuevo sentido en momentos en que se impone el distanciamiento social y la lejanía que poco a poco se transforma en indiferencia. El perro es el mejor amigo del hombre, cuando los hombres miran para otro lado.
Muchos no tienen ni mantas para taparse, ni agua para lavarse ni un lugar para hacer sus necesidades. Los vecinos les miran con recelo, no quieren que estén allí. La policía les ignora porque sabe que no tienen donde ir, no sin antes pedirles que “mantengan la distancia de seguridad”. Alguien posiblemente se queje de su presencia ante las autoridades, porque teme que sean “un foco de contagio”, mientras algún viandante despistado que vuelve de la compra se pregunta ¿por qué no están en IFEMA?
Nunca antes como ahora una bolsa de comida, un kit de aseo, una botella de agua y una manta han sido tan preciadas. Nunca antes como ahora una palabra de aliento, una mirada amiga, el preguntar “cómo estás, cómo te sientes” han significado tanto para alguien que vive en la calle. Viven con miedo al mañana, con miedo al contagio, con poca o ninguna información y la sensación de no saber qué hacer. Si el que está confinado en casa tiene miedo ante el avance de la epidemia, ¿cuánto más miedo tendrá el que está en la calle cuando se dice que la calle no es segura?
Ante unas calles desiertas, los “sin techo”, a quienes muchos estaban acostumbrados a ver como si fueran parte del mobiliario urbano, se hacen hoy más visibles y a la vez más invisibles en los noticieros, en los planes de prevención de la enfermedad, en las consciencias.
«¿Por qué no estás en IFEMA?«, insiste el despistado viandante que no sabe que las 150 plazas de emergencia del Ayuntamiento en la Feria de Madrid se ocuparon a las pocas horas de abrirse.
Seguramente quien se pregunte «¿por qué no están en IFEMA?» no conoce a Hamid, que estuvo todo el día haciendo la fila para conseguir una plaza y finalmente se quedó fuera. Varios días después, en la calle, el mismo Hamid comentaba “nadie se preocupa de cómo estamos, ni que necesitamos, ni si estamos bien de salud (…) los únicos que habéis venido sois vosotros».
¿Por qué no estás en IFEMA? “Porque tengo miedo a contagiarme igual que los ancianos en las residencias”, comenta Joselín, habitual de la Plaza de los Cines Luna, en Callao. “Aquí fuera circula el aire y yo me cuido como puedo, allí dentro están todos juntos”. “Lo que quieren es que no estemos, pero no les preocupa nuestra salud, solo quieren alejarnos”, se queja.
Como Joselín, enfermo de cáncer o Andia, que ha tenido varias neumonías antes de la epidemia, las personas sin hogar tienen enfermedades crónicas que los convierten en un colectivo vulnerable por las condiciones en las que viven. Si llegan a contagiarse es probable que no sobrevivan a la enfermedad.
Alguno cuenta que no le quieren en los hospitales. “A este señor le llevaron a urgencias porque tenía fiebre y allí dijeron que hablaran con servicios sociales para que le buscaran un albergue en cuarentena”, relata una chica que también duerme en la zona centro de Madrid.
En estos días de frío no alcanzan las mantas para tantas personas que están en el centro de Madrid. Un joven latinoamericano que se preparaba para dormir en un banco de la Gran Vía, ante la mirada impotente de un agente de policía, cogía la bolsa de comida casi con desgano, mientras pedía desesperadamente “¿por casualidad tendrás una manta?”.
Podríamos contar muchos más conmovedores testimonios que hemos escuchado en estas dos semanas de cuarentena, en las que voluntarios/as del servicio “Amigos de la Calle” de Sant’Egidio recorren estos lugares de dolor en los que se han convertido muchas calles y plazas del centro de Madrid.
Sin embargo, también queremos hablar de la esperanza que nace de la solidaridad de tantas personas- muchos de ellos jóvenes- que han acudido al llamado de la Comunidad de Sant’Egidio y que están colaborando – con todas las precauciones y medidas de higiene– en la preparación de las cenas. La solidaridad de las personas que están donando mantas, botellas de aguas, artículos de aseo; la historia del padre que vino con su hija adolescente para enseñarle que en momentos de crisis debemos estar a la altura. Una solidaridad que está llegando a las personas sin hogar en forma de kits de comida y aseo, a las familias necesitadas de las Escuelas de la Paz en forma de bolsas de alimentos, a los ancianos solos en forma de llamadas telefónicas y redes de acompañamiento, a los enfermos y a quienes les cuidan, en forma de Oración semanal todos los miércoles.
Aquí te contamos las diferentes formas de colaborar para que también seas parte de esta cadena de solidaridad que estamos experimentando en estos momentos de emergencia. Y es que ante el miedo y la lógica del sálvese quien pueda, la respuesta es la fraternidad, la solidaridad y la esperanza que toma forma concreta para no abandonar a su suerte a quien hoy es más vulnerable.