POR UN MUNDO MENOS VIOLENTO CON LOS ANCIANOS Y POR UN MUNDO HUMANO PARA TODOS
Hoy es el Día Mundial de la OMS contra el abuso a los ancianos.
Ante el crecimiento continuo de la población de personas mayores en el mundo (809,743,000 de 7 billones de habitantes), debido a la mayor duración de la vida y el progreso de la medicina, nuestras sociedades no parecen capaces de vivir de manera positiva la presencia de muchas personas mayores, hasta el punto que se extiende una cultura que no acepta o acepta la debilidad. En esta mentalidad se enmarcan los abusos que a menudo relatan las noticias: estafas, falta de asistencia y cuidados adecuados, maltrato, que llegan incluso hasta la eliminación física, como ocurre en África contra los ancianos injustamente acusados de brujería.
La Comunidad de Sant’Egidio, que está comprometida en más de 70 países en el mundo en defensa de los derechos de las personas mayores, comenzando por las más pobres, lanza un llamamiento para:
– Desarrollar la red de relaciones sociales, que hoy está fuertemente fragmentada en las sociedades donde vivir solo se está convirtiendo en un modelo dominante.
– Promover nuevos modelos de intervención, como el programa «¡Viva los Ancianos!», que hace de la lucha contra el aislamiento social y el apoyo a la fragilidad el centro de su acción. La iniciativa, que está activa desde hace años en varias ciudades con un seguimiento activo de la población de edad avanzada, especialmente las que viven solas, ha llevado a una reducción significativa de la hospitalización en asilos y hospitales, con claros beneficios tanto en la mejora de la la calidad de vida como en la reducción de gastos en asistencia.
– Proteger los derechos de las personas ancianas, en particular el de la libertad de cómo y dónde vivir. De hecho, en muchos países del mundo, especialmente en los más ricos, la institucionalización a menudo se convierte en una opción obligatoria debido a la falta de ayuda en el hogar. Además, no es raro que haya abusos en las instituciones diseñadas para garantizar una existencia digna a los ancianos, convirtiéndose así en lugares donde se sufre la humillación. Las instituciones deberían transformarse en estructuras abiertas al mundo exterior, promoviendo las visitas sin limitaciones excesivas y permitiendo que los ancianos salgan según su voluntad, mientras se garantiza su protección.
– Desarrollar formas de co-vivienda (ancianos que deciden vivir juntos para luchar contra la soledad y hacer frente a las dificultades económicas), lo que es una respuesta humana y factible a la institucionalización.