«Príncipes por un día»
La comunidad de San Egidio organiza un sorprendente y bullicioso banquete para pobres en una de las iglesias más bellas de Roma, la fastuosa basílica de Santa María in Trastevere
Extremadura Hoy: 26.12.10 – 00:03 – ÍÑIGO DOMÍNGUEZ |
Si hay una cosa en Roma que atrapa el espíritu de la Navidad, ese que hace creer por unas horas que todo el mundo es bueno, el genuino de las películas de Frank Capra, es el gran banquete para pobres y vagabundos del 25 de diciembre en la basílica de Santa María in Trastevere. Es uno de los templos más bellos de Roma y de forma sorprendente, incluso discutible para algunos, ese día retira los bancos, planta decenas de mesas y organiza una comilona bulliciosa como Dios manda para cientos de personas sin hogar. No es exagerado decir que, por un día, los más desgraciados se sienten como príncipes en un palacio, comiendo bajo frescos, mosaicos y artesonados, entre muros del siglo XII.La comida organizada por la comunidad de San Egidio es una cita que sus huéspedes esperan todo el año. Semanas antes cada uno recibe una tarjeta de invitación a su nombre, muy elegante, como de recepción de embajada. Es un día especial, pero es la culminación del trabajo del resto del año de la comunidad de San Egidio, una asociación de católicos laicos nacida en los sesenta para trabajar con pobres, enfermos y marginados. Con los años se ha expandido en todo el mundo, cuenta con 50.000 simpatizantes y se ha dado a conocer sobre todo por su capacidad de mediación en conflictos, como en Mozambique o Guatemala. Pero la esencia de su visión y de lo que hacen se refleja en el banquete de Navidad.Es algo un poco secreto para los turistas, pues las atracciones navideñas de Roma más conocidas se centran, por ejemplo, en el mercadillo de juguetes y dulces de Piazza Navona. O en el gran belén y el abeto gigante de la plaza de San Pedro. Fue una idea de Juan Pablo II en 1982, cuando apareció en el Vaticano un campesino polaco con un camión que le había llevado un abeto. El árbol de este año mide 34 metros, tiene 94 años y lleva 3.000 bolas y 1.500 bombillas. En cuanto al belén, tardan un mes en montarlo y cuando empiezan las obras, a mediados de noviembre, es la primera señal de que se acerca la Navidad.Por esas fechas empieza a organizarse también el banquete de Santa María in Trastevere. Una de las reglas fundamentales es que «debe ser una cosa bella», explica Francesco Dante, uno de los organizadores. En Italia la belleza es un valor supremo, una idea que más allá del tópico tiene un significado profundo. Debe hacerse una cosa por todo lo alto, edificante, que contagie su efecto. La impresión cuando se entra en la iglesia ese día es impactante, de puro simple que es lo que ocurre dentro: dan de comer a los pobres allí mismo. La primera sensación puede ser de que aquello es un poco irreverente, estrafalario, pero pronto cobra sentido. Juan Pablo II se entusiasmó con la idea, que nació el mismo año del árbol de San Pedro, en 1982. Son dos facetas extremas de la Navidad, una fastuosa, otra íntima.«La Navidad puede ser la cosa más bonita del mundo, pero también la más terrible si uno está solo», recuerda Francesco. Así fue como nació la idea en San Egidio. «Nos preguntamos sobre cómo era la Navidad de los pobres y la gente necesitada que seguíamos cada día. Es una fiesta de la familia, pero quien vive en la calle esa noche siente mucho más su ausencia», explica el párroco, don Marco Gnavi. «Si aquella noche en Belén todas las pensiones estaban llenas y no había sitio, la iglesia abierta muestra el corazón materno de la comunidad y el corazón paterno de Dios», concluye el párroco.Empezaron con una mesa ante el altar para veinte personas. Este año ha habido más de 600. Son mendigos, personas que duermen en la calle, de todas las nacionalidades y religiones, no creyentes, gente que no llega a fin de mes, personas solas.Después de los postres y el champán llega un Papa Noel -Babbo Natale en italiano- con un trineo y regalos para todos. Pero no es un reparto en serie, sino personalizado, pensado para cada uno y a su nombre. «Para eso les tienes que conocer y saber quiénes son, cómo es su vida, lo que necesitan. Una vez un hombre se conmovió porque era la primera vez en cinco años que alguien le llamaba por su nombre», celebra Francesco. Los regalos intentan ser aquello que desean, cosas valiosísimas en la calle: un gorro, unos guantes, una bufanda, una manta,… El menú también está elegido pensando que la mayoría no tienen dentaduras en muy buen estado. Son alimentos fáciles de masticar.Ayuda media Roma y todo el barrio de Trastevere, que pese a su barniz turístico sigue manteniendo un corazón vecinal y personalidad propia. Los restaurantes dan comida, las bodegas regalan vino, el ayuntamiento presta las mesas -por cierto, son las de los colegios electorales- y hay cientos de voluntarios que echan una mano. Con el tiempo esta iniciativa se fue extendiendo por Roma y por el mundo, donde está presente la comunidad de San Egidio.En la capital italiana, en total, participan en la comida 4.000 personas y en todo el mundo son 100.000. También en Nochebuena y Nochevieja salen voluntarios a ofrecer comida caliente a la calle y, por ejemplo, hoy se organiza otro banquete en la cárcel romana de Regina Coeli. Comen juntos guardias y reclusos, como en una comedia italiana.6.000 mendigosEste acto, por otro lado, es un medidor afinado de cuánta pobreza crea una sociedad, y parece que cada vez hay más. El banquete reúne cada año a más gente. «Los italianos se están empobreciendo, hay ancianos con pensiones escasas y muchos divorciados o separados, sobre todo hombres, que dejan la casa a su pareja», relata don Marco. En Roma viven en la calle o en chabolas unas 6.000 personas. La comunidad de San Egidio trabaja todo el año con ellos y, por ejemplo, así encontraron a un licenciado eritreo al que consiguieron inscribir en un máster en sociología en la universidad Gregoriana. Sigue en una barraca, pero estudia un máster.«Para mí es un privilegio tratar a estas personas -confiesa Francesco- es muy importante conocer el rostro de un pobre, te mides a ti mismo, con tus quejas, te ayuda a no ser pesimista sobre la vida, sobre las personas ni sobre la sociedad». En ese aspecto él ve la función más auténtica de la comunidad de San Egidio, «ser una familia que vive el Evangelio y el mensaje llega, también a los no creyentes, porque todos comprenden el deber de hacer un mundo más bello, una sociedad mejor». De momento, durante unas horas, como dice un salmo, los pobres se sientan entre los príncipes de la tierra. Es costumbre dejar sitios libres por si llega alguien inesperado a última hora. Siempre aparece alguien.