Sant’Egidio: 57 años de oración, opción por los pobres y trabajo por la paz

Hace hoy 57 años, un joven Andrea Riccardi y sus compañeros del Liceo Virgilio de Roma se reunieron por primera vez en una Iglesia en ruinas del barrio del Trastevere en Roma. Eran tiempos postconciliares y de Guerra Fría, caracterizados por un ferviente deseo de cambio. Los jóvenes del 68 anhelaban la paz y estaban convencidos de que podían transformar la historia a partir del Evangelio y de la opción por los últimos, los descartados.

Empezaron a conocer la realidad de «la otra Roma», llena de chabolas y de pobreza, donde faltaban los servicios más básicos. Conocieron el sufrimiento de los ancianos abandonados, la falta de opciones de futuro de los jóvenes, la desesperanza de los obreros. Fue en esa «otra Roma», en el barrio de Primavalle donde empezaron a impartir clases de apoyo escolar a los niños, en lo que por entonces se conocían como las «Escuelas Populares», inspiradas por el legado de Lorenzo Milani y que hoy son las Escuelas de la Paz, presentes en Madrid y en muchas ciudades del mundo.

En sus inicios era un pequeño grupo de jóvenes con una visión, pero la semilla de cambio pronto germinó en más jóvenes, que a su vez contagiaron a muchas personas que compartieron ese sueño. Cincuenta y siete años después la Comunidad de Sant’Egidio es una gran familia presente en más de70 países de Europa, Asia, África y América. Sant’Egidio, es una comunidad con vocación global, pero que responde a los desafíos de cada ciudad y cada país, y que a su vez está unida por un mismo espíritu sustentado en la Oración, la amistad con los pobres y el trabajo por la paz.

Desde sus inicios, la oración ha sido la primera obra de la Comunidad. Antes de salir a las calles del mundo, se pone la Palabra de Dios en el centro, como una luz que guía cada paso. En la oración se presentan las heridas de nuestro tiempo: el sufrimiento de los sin hogar, la soledad de los ancianos, la difícil realidad de los migrantes, la angustia de los condenados a muerte y el clamor por la paz en los países en guerra. La oración transforma el corazón y ofrece nuevas energías para responder con audacia a los desafíos de nuestro tiempo.

Desde esta espiritualidad nace la amistad con los pobres, un rasgo distintivo de Sant’Egidio. Los ancianos, las personas sin hogar, los niños de las periferias, los migrantes y los presos son parte de la familia de la Comunidad, que los acompaña con cercanía y apoyo concreto. En su contacto diario con los más necesitados, Sant’Egidio ha aprendido que la guerra es la madre de todas las pobrezas y que la violencia siempre deja un mundo peor.

Por ello, el trabajo por la paz se ha convertido en un compromiso fundamental. La Comunidad entiende que la paz es un bien precioso que debe protegerse allí donde está amenazada. Su servicio a la reconciliación y la fraternidad se concreta en mediaciones de paz en gran cantidad de países, trabajo ecuménico y diálogo interreligioso, siguiendo el “espíritu de Asís”.

Después de 57 años, seguimos aprendiendo del camino recorrido, con la mirada puesta en el futuro y el compromiso renovado de dar respuestas evangélicas a los desafíos de nuestro tiempo, con la convicción de que todos somos hermanos y que solo nos salvamos juntos.

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