Sant’Egidio reconstruye las casas para leprosos de Nacopa
En un año y medio de obras los amigos de la Comunidad de Sant’Egidio de Namitoria han restaurado las 20 casitas donde viven, que estaban en ruinas.
El leprosario de Nacopa, en la provincia de Nampula, la más poblada de Mozambique, en el norte del país, es bastante antiguo.
Fundado en los años cincuenta del siglo pasado fue el punto de referencia de una amplia zona rural y ha acogido con el paso del tiempo a cientos de leprosos.
El mayor número de ingresos se produjo a mitad de los años noventa, tras el fin de la guerra civil, cuando la situación general del país mejoró y aumentó la cobertura de los programas de tratamiento.
El aumento de los ingresos favoreció la remisión de la enfermedad (el morbo de Hansen ya es perfectamente curable) y hoy lepra ya no es una emergencia sanitaria en Mozambique.
Eso no impide que los enfermos de un tiempo atrás sigan sufriendo muchas limitaciones y continúen necesitando ayuda y cercanía.
Desde hace diez años la Comunidad de Namitoria, un pequeño pueblo del distrito de Angoche, visita el leprosario de Nacopa y a sus 45 habitantes.
Además, se trata mayoritariamente de ancianos, que llegaron allí siendo niños, con padres enfermos, y desde entonces no se habían movido, no sabiendo adónde ir. A veces los leprosos reciben la ayuda de los llamados «nietos» (generalmente huérfanos) que les ayudan a hacer pequeños trabajos domésticos a cambio de la hospitalidad.
La amistad de Sant’Egidio con los leprosos de Nacopa ha ido creciendo con la fidelidad de la visita, a través del reparto de alimentos o ropa, con las grandes citas de la comida de Navidad. Visitando Nacopa se entiende la necesidad de una realidad olvidada, donde nadie se preocupaba más del aprovisionamiento de algunos bienes o del mantenimiento de las viviendas. Las casas, como se puede ver en las fotos, están en pésimas condiciones, muchas veces son peligrosas, no tienen ventanas, ni puertas. De ahí que la Comunidad de Sant’Egidio de Namitoria decidiera cambiar las cosas.
Empezando por las casas. La casa es realmente un signo de vida diferente, un sueño de normalidad y de dignidad. Un anciano leproso, entrando en su nueva vivienda, dijo: «Ahora puedo dormir tranquilo. Aunque llueva no me mojo». Todos los habitantes de Nacopa exultaban de felicidad cuando les entregaron las casas restauradas, y enseñaban con orgullo el «termo de entrega», la declaración de entrega, que les garantiza que podrán vivir en las nuevas viviendas. Para cada uno aquello era el fin de la emergencia y de la provisionalidad, el inicio de la estabilidad y de la planificación del futuro.
Un futuro totalmente nuevo para ellos, y también para todo el pueblo.
Podemos decir que la restauración ha «recalificado» la zona». Nuevas familias se han asentado en las inmediaciones y han ayudado a que la aldea salga del abandono en el que vivía.